Feedback está impartiendo varias conferencias-talleres en torno a la aceptación, dirigidas a padres y profesores, en diversas escuelas de Cataluña.
El objetivo es acompañar familias y profesores a desarrollar la mejor versión de las futuras generaciones. Y si hablamos de desarrollar la mejor versión de nuestros hijos…. ¿Qué quiere decir la mejor versión? Para quien lo ha de ser: ¿Para nosotros? ¿Para ellos?
Uno de los objetivos de las conferencias es concienciarnos de nuestro poder transformador.
Nuestros hijos han hecho, hacen y harán su camino. Ahora bien, como padres ¿cuál es nuestro poder transformador? Podemos pecar de omnipotente y pensar que ellos serán tal y como nosotros queremos que sean (negando su singularidad). Podemos pecar también de conformistas pensando que las personas son como son y que tenemos poco margen de maniobra para reconducirlas. Así pues, ¿dónde está el punto de equilibrio a la hora de utilizar nuestro poder transformador? ¿Cómo gestionar la tensión entre el hijo que es ahora (el presente) y su mejor versión (el futuro)?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que todos los padres tenemos dos hijos: el hijo real y lo ideal. El hijo ideal es fruto de la cultura que vivimos, de nuestros sueños, frustraciones. Cuando miramos a nuestro hijo, no sólo lo miramos a él, también lo miramos desde el punto de vista de cómo se acerca o se aleja de nuestro hijo ideal. Esta comparación es inconsciente y tiene un impacto en la manera en que pensamos, sentimos y hacemos y, en consecuencia, en cómo el hijo se siente valorado.
Nuestras expectativas pues, se convierten en el instrumento de medida de nuestros hijos.
Si lo que hace el hijo se ajusta a nuestras expectativas (nuestro molde), la aceptamos, nos alegramos y seguramente le transmitimos etiquetas positivas. Por otra parte, si lo que hace nuestro hijo no se ajusta a las expectativas, podemos mostrar rechazo, enfadarnos y transmitirle etiquetas negativas.
Ser consciente de nuestras expectativas y apropiárnoslas, es decir, saber que tienen más que ver con nuestras necesidades, deseos, intereses que en nuestro hijo, es fundamental para poder ver a nuestros hijos tal y como son.
Si a esta mirada más realista y respetuosa con los hijos, le añadimos unas gafas potenciadoras que nos llevan a creer en el inmenso potencial de nuestros hijos, estaremos más cerca de desarrollar su mejor versión.
«Si tratamos a una persona tal como es, seguirá siendo lo que es, pero si la tratamos como lo que puede llegar a ser, se convertirá en la persona que puede llegar a ser» decía Goethe
Como tratamos a nuestros hijos, ¿como lo que son o como el que pueden llegar a ser?