Una entrenadora, un profesor de piano, el señor a quien le compras el periódico cada día, un amigo, la abuela … Hay personas que no son coachs, pero que en su día a día nos acompañan, que saben encontrar aquella frase, aquella metáfora, o aquel hecho que nos desvela.
Hoy empezamos una colección de artículos centrados en estos «coachs en la sombra». Son personas que desde su sentido común e intuición inspiran en buenas prácticas que son aplicables al mundo empresarial.
Queremos que los artículos sean un homenaje a las pequeñas cosas y personas que pueden contagiar los coachs y líderes en el acompañamiento de las personas y equipos. Trasladar como desde la realidad cotidiana recibimos pequeños inputs de acompañamiento que tenemos a nuestro alcance.
El coaching es una práctica profesional para asistir a personas, grupos u organizaciones para que puedan lograr aprendizajes efectivos y nuevos resultados. A menudo el Coach ayuda a trascender los límites de las personas para que puedan conseguir lo mejor de sí mismos.
Para ser un Coach profesional hay que querer, poder y saber. En la maleta, un buen coach lleva: trabajo personal de autoconocimiento, formación humanista, formación específica en coaching, unas cuantas horas de vuelo, supervisión de casos y en caso de ser Coach ejecutivo, tener conocimientos de funcionamiento empresarial. Y eso es lo certifican y acreditan los colegios profesionales y / o empresas certificadoras.
Los coachs a la sombra son grandes inspiradores, referentes … No tienen la formación y no podrían hacer un proceso de coaching profesional, pero son fuente de buenas prácticas que hay que observar y aplicar con las herramientas de un coach profesional. La finalidad de estos artículos es vincular la práctica intuitiva con la técnica concreta del coaching.
Con esta frase, «quien no llora, no mama», mi profesor de castellano de segundo de BUP me transmitió sin saberlo y sin pretenderlo una buena praxis: es necesario pedir y trabajar tus habilidades comunicativas para poder conseguir lo que quieres.
Tenía catorce años, pedí revisión de examen al profesor de castellano. Estuvimos hablando y se dio cuenta que no había corregido la parte trasera de la hoja donde había dos preguntas del examen respuestas. Pasé de tener un 5,5 a un 7,5. Me dijo: «Quién no llora no mama»
Cuando me formé y certifiqué como Coach conocí la importancia de llevar a a cabo conversaciones efectivas y concretamente de pedir. Y lo conecté con la sabia frase popular dicha ese día por mi profesor.
Pedir es una competencia fundamental para conseguir lo que queremos o para lograrlo de una mejor manera o de una manera más ágil. Pedir por sí mismo no es una virtud, pero es un primer paso. Hay que saber cuándo es importante pedir, atreverse a hacerlo y hacerlo bien. Pedir implica hacerse cargo de nuestras expectativas. Todos esperamos cosas en frente una determinada situación pero si no las compartimos, los otros las tendrán que adivinar. Esto es demasiado arriesgado aparte de poco efectivo. Por lo tanto, pedir es un modo de afirmarse y hacer visibles nuestras necesidades.
Pedir también significa ser consciente de las fortalezas y las limitaciones de uno mismo y conocer qué necesitamos de los demás para alcanzar una meta.
En un equipo, pedir también implica saber que las expectativas de los demás serán diferentes y por tanto, compartirlas nos ayuda a saber dónde estamos y qué hemos de tener en cuenta para avanzar juntos.
Pedir de manera correcta y efectiva implica una actitud: humildad (te necesito …) amabilidad (por favor, podrías, te importaría ….), hacer ver la importancia que tiene su contribución (tu participación sería muy valiosa), empatía (comprendo lo que supone para ti), y dar libertad al otro para que escoja la respuesta
Pedir bien y de manera efectiva, supone tener en cuenta una técnica:
Los coachs a menudo trabajamos el saber pedir en personas y equipos. Pedir contagia un clima de intercambio de recursos, colaboración y solidaridad. En definitiva, pedir contribuye a conseguir mejores resultados con menos tiempo y estrés.
Transmitimos que las consecuencias del pedir son extremadamente positivas: cuando pedimos mostramos nuestras vulnerabilidades y al mismo tiempo nos afirmamos. Expresamos nuestras necesidades y animamos a los otros para que también lo hagan.
Vale la pena preguntarse qué pasaría si pidiéramos más. Quizá una parte del estrés o sufrimiento está relacionado con la incompetencia o la mala gestión del pedir.
«Quien no llora, no mama» me dijo un gran inspirador en su día revisando un examen … Tantos años después y todavía recuerdo esta frase cada vez que la llevo en el mundo profesional desde mi equipaje de coach.