Las malas relaciones en los equipos son una de las causas más comunes que ponen sobre la mesa las organizaciones que nos piden acompañar un equipo.
El diagnóstico también es común: El equipo está «tocado», las relaciones están deterioradas, hay camarillas y grupitos, el ambiente está enrarecido y menudo la situación está bastante enquistada.
Cuando trabajamos con un equipo así es posible que los miembros sientan miedo, enojo, frustración, nerviosismo, impotencia, desconfianza, pena … Por eso, a menudo los miembros del equipo manifiestan actitudes defensivas y a la expectativa.
En estos casos es útil la metáfora que he aprendido de un colega, Josep Mª Pou:
-¿Cómo se abren los mejillones? Con vapor, ¿verdad? Pues, aplica lo mismo a los equipos humanos: calor y calor.
En una acción de acompañamiento, un jefe de equipo nos dijo: «Eché de menos quizás el haber incidido más en las flaquezas de cada uno». Nos lo decía justo después de la primera sesión introductoria de un proceso de desarrollo de un equipo.
Efectivamente, nos habíamos centrado en las virtudes que requiere un equipo tocado por enderezarse.
Pero, ¿cuáles son las virtudes básicas del facilitador o coach en el acompañamiento del equipo?
La humildad entendida como respeto por lo que está pasando en el equipo y también como la sana prudencia que nos permite dar importancia a la situación y prepararnos muy bien la sesión.
La humildad también significa aceptar aquello de: «No sé cómo deben ser las cosas». Este convencimiento nos ayuda a detener los juicios de valor y a sumergirnos mejor en su realidad planteándonos preguntas como:
– ¿Qué está pasando en este equipo?
– ¿Por qué se comporta así? ¿Qué beneficio obtiene de este comportamiento?
– ¿Cómo se está sintiendo?
– ¿Cuáles son sus fortalezas?
– ¿Qué le está faltando?
– ¿Qué sería dar un paso adelante?
La humildad es una condición necesaria para abrirnos al mundo del equipo. También hay sensibilidad para poder sentir con el equipo.
Esta actitud es muy útil tanto en el diseño de la acción de acompañamiento (antes) como en la facilitación de las sesiones (durante).
La neurociencia nos ha aportado mucha información sobre cómo las personas aprendemos mejor. Con las nuevas técnicas de imagen cerebral podemos observar qué partes del cerebro se activan (cambios fisiológicos) en función de los estímulos externos y qué consecuencias tienen (cambios en el estado de ánimo y el comportamiento). A pesar de las circunstancias del equipo y las emociones negativas que esté viviendo, si somos capaces de que el equipo conecte con emociones positivas activará una parte del cerebro (córtex prefrontal izquierdo) y se liberarán hormonas (dopamina y serotonina) con un impacto positivo en el cuerpo, las emociones y la capacidad cognitiva. En concreto, aumentará la capacidad de aprendizaje, la adaptación al cambio, la motivación y la satisfacción.
Por ejemplo, se puede pedir a un equipo «tocado» que busque una buena experiencia de equipo, ya sea en este equipo o en algún otro. Si además, facilitamos la dinámica con imágenes que activan el hemisferio derecho, el impacto es muy superior.
Cuando contactamos con un equipo «tocado» es posible que este viva su situación con mucha intensidad, lo que le puede llevar a afirmaciones del tipo: «Estamos fatal, esto no tiene remedio, no hay nada que hacer…».
Para contrarrestar esta intensidad es muy importante transmitir la idea de que esta situación también ocurre en otros equipos, que entra dentro de las normas del juego. Normalizar pues, la situación para conectar con la parte vulnerable y falible de las personas y equipos.
Así, en las sesiones transmitimos mensajes como: «Trabajar en equipo es muy importante en determinadas situaciones del mundo empresarial y sin embargo, nunca nos lo han enseñado»; «En todos los equipos hay situaciones que generan conflictos … y no siempre sabemos qué hacer y cómo hacerlo …»; «A veces, desde las mejores intenciones, hacemos cosas que puede ser que no ayuden demasiado …».
Normalizar no significa quitar importancia a lo que les pasa a los equipos, sino que pretende aligerar el dramatismo y la culpa.
¿Recuerdan ahora la frase de la jefe de departamento que decía: «Eché de menos quizás el haber incidido más en las flaquezas de cada uno»?
Si incidimos más en las flaquezas de cada uno, lo único que haríamos sería fomentar el hermetismo y las posturas defensivas, además de ralentizar el aprendizaje.
Todos los equipos del mundo tienen un gran camino por recorrer con un buen plan de acompañamiento que trabaje desde la humildad, las emociones positivas y la normalización.