¿Cómo cuestionar las creencias limitantes? Afirmaba con rotundidad una adolescente de 17 años: «Mis amigas caen más bien a los demás, son más inteligentes que yo». Y añadía: «Es que no hago nada bien». En conjunto, un conjunto de opiniones y creencias que configuraban su verdad. Y no la verdad, sólo la suya. Es lo que tiene que hacerse caso a uno mismo.
Todos tenemos opiniones y creencias sobre cómo son las cosas, los demás y uno mismo. A veces estas creencias nos abren opciones y nos hacen una vida más fácil y feliz. A veces, todo lo contrario, nos hacen sentir mal, nos empequeñecen…
Cada uno lleva por defecto creencias que no hemos elegido. Es como si nos hubieran cargado un lápiz de memoria con pensamientos que no sabemos ni siquiera de dónde vienen. Algunas creencias nos son útiles. Otros no lo son en absoluto y, por ello, debemos aprender a mirar estas creencias para identificarlas, cuestionarlas y revisar con rigor su grado de fundamento.
Cabe preguntarse: ¿Cómo sabes que es verdad? De dónde lo has sacado? Identificar los pensamientos automáticos como «No hago nada bien» y cuestionarlos es un gran ejercicio que nos permite, después, gestionarlos como nos parezca.
Gestionar los pensamientos significa escoger en qué queremos creer o nos conviene creer más.En el caso de esta joven por ejemplo, la creencia «es que no hago nada bien» se transformó en: hago bien algunas cosas (por ejemplo…) y no hago tan bien otros. A base de ir haciendo este ejercicio, terminamos creyendo en otras cosas que nos convienen más y nos hacen más felices y eficientes.
No debemos ser víctimas de nuestros pensamientos. Los pensamientos y las emociones nos secuestran en un primer momento, pero nosotros elegimos cuánto tiempo nos quedamos con ellos. Nuestros pensamientos son tan poderosos que pueden crear realidades. Como decía Santiago Ramón y Cajal «El hombre puede ser escultor de su propio cerebro».