Me gusta escribir artículos sobre historias, anécdotas o acontecimientos que me han impactado, conmovido, sacudido y que, por tanto, estén llenos de sentido para mí. Desde esta vivencia en primera persona espero y deseo llegar más al otro y poder transmitir un mensaje más vivo, más fresco y más contagioso.
Hace tiempo que tenía ganas de escribir sobre la importancia de la gratitud. La experiencia me dice y me demuestra que ser agradecido o agradecida ayuda mucho a ser más feliz y, al mismo tiempo, a hacer más felices a los demás. Es un valor que admiro en los demás y que trato de cultivar.
A raíz de la muerte de un muy apreciado y admirado colega de trabajo, Eduard Escribá Solano, el deseo de reflexionar sobre la gratitud y de cultivarla se ha convertido en una prioridad.
La muerte súbita de una persona apreciada activa la gratitud. De repente, te das cuenta de que todo lo que esta persona era y aquello que ofrecía a los demás (acciones, hechos, detalles, recursos) ahora lo echarás de menos.
Así que la gratitud es una manera amable de mirar el mundo, los otros y a uno mismo. Una manera de mirar que no espera ni exige demasiado y no da nada por hecho. Desde esta sana y juguetona suspensión de expectativas, la persona agradecida se sorprende y alegra cuando se ve beneficiada por algo. El agradecido ve, mira, busca, aprecia y valora los hechos que contribuyen a su bienestar. Estos hechos pueden ser realizados por una persona («gracias por pensar en mí») o pueden formar parte de la vida («qué día más luminoso que hace!»).
Recibir o dar un agradecimiento tiene un impacto positivo en nuestro cerebro, ya que ayuda a segregar neurotransmisores que se asocian al placer y al bienestar. Por lo tanto, cuando sentimos agradecimiento hacia alguien es recomendable compartirlo. Hay muchas maneras de hacerlo: un gesto, una palabra, una frase, una imagen, un detalle, etc…
Aunque hasta ahora para hablar de la gratitud he hablado en primera persona ya que necesito experimentarlo, una de las cosas maravillosas de la gratitud es justamente centrarse en el otro y es lo que quiero hacer ahora. Eduard Escribá, Director General del Grupo Emociona, ha sido un excelente profesional en el sector de la Consultoría de desarrollo y un referente.
Eduard era un excelente comunicador. Era un cuentacuentos que sabía leer la energía y estado emocional de los grupos y sabía cómo transformarlos aportando siempre una altísima dosis de optimismo, alegría y entusiasmo.
He aprendido de ti como salpimentar un mensaje para hacerlo más atractivo y cautivador. Este ha sido uno de tus espléndidos legados.
Creo que lo más importante de esta fórmula es que eras (me cuesta hablar en pasado) como un niño con envoltorio de adulto. Me explico: la actitud de jugar, de pasarlo bien, de ilusionar, de crear y el sentido del humor eran el trasfondo de tu mensaje. Esta predisposición posibilitaba que las técnicas fluyeran.
Como buen cuentacuentos, tenías un repertorio inmenso de cuentos, historias, anécdotas, imágenes, vídeos, juegos etc … y sabías acompañarlo con el tono y los gestos adecuados. En esta línea de llegar al otro de la mejor manera posible, te inventabas acrónimos para hacer fáciles las ideas complejas. Dominabas el arte de salpimentar tus mensajes con estos ingredientes y esto provocaba que tu audiencia tuviera los ojos abiertos como platos.
Estoy tranquila y en paz porque te he dado a menudo las gracias. Gracias por confiar en mí y darme la oportunidad de participar en proyectos apasionantes y retadores. Gracias también por ayudarme a salpimentar los proyectos en los que he participado, y por tanto para ser un poco cuentacuentos como tú…
A pesar de haber compartido regularmente mi agradecimiento, como te fuiste muy rápido, demasiado rápido, me han quedado cosas en el tintero. No te pude decir el adiós que me hubiera gustado decirte. Por eso, escribo estas líneas y te las dedico a ti.
Escribir algo dirigido a alguien aunque no esté o no lo reciba nunca, tiene un efecto bastante catártico y liberador para quien lo escribe. Y al mismo tiempo permite compartir, conectar y resonar con otras personas que puedan sentir algo parecido.
¡Hasta siempre cuentacuentos del entusiasmo!